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Conferencias INAP (Alejandro M. Estévez)

Miércoles 10 de Junio de 11.00 a 12.00

La presencia cada vez mayor de problemas transversales y multidimensionales que deben resolver los gobiernos requiere necesariamente atravesar los límites funcionales de las estructuras tradicionales del Estado, para desplegar la acción conjunta y simultánea de sus dependencias.

En este sentido, el INAP constituye un ciclo de conferencias que tiene el objetivo de estimular la actualización y el desarrollo de conocimientos, la incorporación de nuevas herramientas y la difusión de las políticas estratégicas del gobierno destinadas a enfrentar la complejidad de los nuevos desafíos y escenarios futuros.

Para tal fin, el INAP lanzó su propio canal de YouTube a través del cual pone a disposición del personal del Estado – y de la sociedad toda- una serie de conferencias sobre distintos ejes temáticos, a cargo de disertantes de renombre.

Conferencia de Joan Subirats del ciclo “Gestionar lo público en tiempos de pandemia”

Estimados/as,

Les invitamos a participar de la última conferencia del ciclo “Gestionar lo público en tiempos de pandemia”, organizada por la Asociación Argentina de Estudios de Administración Pública junto a PoliLab UNR.

La misma estará a cargo de Joan Subirats, catedrático, fundador del Instituto de Gobierno y Políticas públicas de la UAB, especialista en análisis de políticas públicas, la democracia en tiempos de las nuevas tecnologías y muchos temas más relacionados con la gestión pública. Actualmente es también teniente de alcalde a cargo de educación y cultura en el Municipio de Barcelona.

Las videoconferencias tendrán lugar el jueves 21 de Mayo de 2020 a la 01:00 PM (Hora de Argentina).
Para inscribirse, deben hacer click en el botón “Quiero inscribirme”

Conferencia Virtual Internacional (Webinar)

“Consecuencias en las administraciones públicas iberoamericanas de la pandemia: experiencias de Colombia y República Dominicana”

En el marco del Programa Académico 2020 de la Escuela del CLAD, se abre el registro para participar en la Conferencia Virtual Internacional (Webinar): “Consecuencias en las administraciones públicas iberoamericanas de la pandemia: experiencias de Colombia y República Dominicana”, el miércoles 29 de abril a las 11:00 am (Caracas).

La pandemia del COVID-19 es la causante de una de las peores crisis de salud así como económica en la historia de la humanidad.Es probable, además, que la crisis cambie para siempre nuestra manera de relacionarnos con los otros así como la relación con la naturaleza. Los debates y reflexiones son variados y necesarios. Desde el punto de vista del Estado y la administración pública se plantean gigantescos retos que abarcan a todos los paises iberoamericanos y desafían los liderazgos de los políticos y directivos públicos.

¿Cuáles son los efectos de la pandemia en las administraciones públicas de Iberoamérica? ¿Qué medidas han tomado a la fecha algunos países miembros para hacer frente a las consecuencias de la pandemia? Son algunas de las preguntas que se abordarán en esta webinar que será coordinada por el Secretario General del CLAD, Francisco Velázquez,que ofrecerá un panorama de las medidas en la región, y que contará con dos invitados, el Director de la Función Pública de Colombia y Presidente del CLAD, Fernando Grillo y el Ministro de Administración Pública de República Dominicana, Ramón Ventura Camejo.

Premios NovaGob Excelencia

Los Premios NovaGob Excelencia reconocen y visibilizan, desde 2015, las buenas prácticas de las Administraciones públicas en distintas áreas de la gestión pública.

Se eligen mediante una convocatoria abierta a la participación de cualquier institución pública de Iberoamérica, seguido de un proceso de votación en la Red Social NovaGob, donde más de 16.000 personas profesionales del sector público inscritas eligen con su voto a las candidaturas institucionales finalistas, así como directamente a la persona más destacada o mejor iniciativa (grupo o blog) de la comunidad cada año.

Las candidaturas finalistas pasan a ser evaluadas por un jurado internacional compuesto por representantes de instituciones premiadas en ediciones anteriores. Las candidaturas finalmente galardonadas son invitadas a recoger su premio en el Congreso NovaGob, uno de los mayores eventos sobre innovación publica que se celebra en España.

Resultados de la II Encuesta sobre normas y autores en Administración Pública

Se realizó “II Encuesta sobre Normas y Autores en Administración Pública” bajo los auspicios de la Asociación Argentina de Estudios de Administración Pública (AAEAP) y el Centro de Investigaciones en Administración Pública (CIAP/FCE/UBA).

La consulta incluyó trabajos de autores nacionales -publicados a partir del año 2000- y normas -emitidas desde 1983- que, según la consideración del encuestado, “tuvieron mayor impacto formativo y performativo”.

Los datos recopilados permiten validar los resultados de la primera encuesta, a la vez que dan información relevante acerca de los elementos y perspectivas que, según los miembros del universo estatal, son centrales en la configuración de la Administración Pública Argentina.

Consenso por una Función Pública Profesional para la Argentina del Siglo XXI

Un grupo de socios de la AAEAP, junto a colegas del Centro de Investigaciones en Administración Pública (CIAP-UBA), el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC), la Asociación de Administradores Gubernamentales (AAG) y la Asociación Argentina de Presupuesto y Administración Financiera Pública (ASAP) elaboró de común acuerdo un documento que busca contribuir al diálogo con propuestas concretas para afrontar con altura de miras la problemática de la profesionalización de la función pública en los distintos poderes del estado y niveles de gobierno. Declaran que, ante todo como ciudadanos, y por haber sido o ser autoridades, funcionarios, profesores universitarios, investigadores o expertos en administración pública, proponen compromisos para definir y lograr un CONSENSO POR UNA FUNCIÓN PÚBLICA PROFESIONAL.

Más detalles sobre el Consenso pueden apreciarse en el Blog https://sites.google.com/view/consenso-funcion-publica
También encontrará en el Blog la posibilidad de adherir al Consenso por medio de un formulario.

El próximo 21 de Agosto a las 18 horas se realizará un encuentro de los adherentes al Consenso en el Aula 454 de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA (ingreso por la calle Uriburu). Si adhirió recientemente, debe confirmar su asistencia a: [email protected]

Número especial de Estudios/Working Papers del GIGAPP

Número especial de Estudios/Working Papers del GIGAPP con trabajos de socios y socias de nuestra Asociación: “Estado, gestión y políticas públicas: Argentina bajo la lupa”.

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SOCIOS DE LA AAEAP EN LOS MEDIOS

¿Y la reforma del Estado para cuándo?

La mirada fronteras hacia afuera del país, léase el FMI, es que la reducción de carteras impactaría en el presupuesto. Sin embargo, en términos financieros, la diferencia de Ministerio a Secretaría no es sustantiva. Achicar el Estado no es agrandar la Nación ni modernizarla.

Quedó claro que achicar el Estado no es agrandar la Nación y tampoco modernizarla. La nueva reestructuración ministerial no muestra, en principio, mayores cambios en el rol estatal, pero sí genera mayores controversias. Las modificaciones en la ley de Ministerios a partir del decreto 801/2018 continuaron un debate sobre el rol de diferentes instituciones. Se pone en cuestión, entre otros aspectos, el rol de Trabajo, Ciencia y Técnica y la Salud con rango inferior al de Ministerio.

La mirada fronteras afuera, léase FMI, es la reducción de carteras que impactaría en el presupuesto, sin embargo en términos financieros la diferencia de Ministerio a Secretaría no es sustantiva; en términos de nombres tampoco, pocos se han ido. La mirada fronteras adentro es la degradación de sectores estratégicos y esenciales con historia en Argentina en la que se pierde flexibilidad decisional, plasticidad administrativa y operativa y disminuye la importancia en la imagen social e histórica que han llegado a tener esos Ministerios.

Sí ha quedado claro que en esta reestructuración nadie se ha preocupado por la desaparición del Ministerio de Modernización, devenido ahora Secretaría de Gobierno –párrafo aparte merecería esta nueva denominación a varios ex ministerios (Decreto 802/2018)–

Tengamos en cuenta que una de las acciones centrales del gobierno ha sido modernizar el Estado, para ello creo un Plan de Modernización (Decreto 434/2016) con antecedentes similares en los gobiernos de De la Rúa, Duhalde, Néstor y Cristina Kirchner. Ya su denominación, que no representaba un sector, como trabajo, salud, o ciencia y tecnología, genera ruido. Su significado deja grandes nebulosas interpretativas. ¿Qué es modernizar? ¿Cuál es el parámetro? ¿Cuándo y cómo modernizamos? Para el caso, podríamos incluir un Ministerio o Secretaría de la felicidad como hay en Bután, o del buen vivir como en Ecuador, o hacer 17 ministerios, uno por cada uno de los objetivos del desarrollo sostenible al 2030.

Pero dejando de lado su denominación, podemos señalar que más que modernizar, algunas de las acciones que están desarrollándose parecerían focalizarse más en el atraso que en lo moderno. Contradictoriamente a como su nombre lo indica, dentro de sus ejes centrales se impulsan medidas que se asemejan a un taylorismo fallido, incluso lejos del clásico modelo burocrático weberiano.

Por ejemplo, la modernización propuesta tiene entre sus principales medidas el control estricto de empleados de la administración pública y sus horarios, y la informatización de trámites.

Podemos señalar que las medidas de este tipo definitivamente no generan por arte de magia mayor productividad. ¿Por qué el empleado público que tiene que cubrir sus 7/8 horas fijas en un lugar va a trabajar más? Se generan por el contrario dispositivos culturales informales. Podría estar las horas correspondientes mirando diferentes páginas de internet, husmeando el celular, hablando por teléfono leyendo en algún rincón algún texto, entre otras cosas. Es la forma de rebeldía organizacional que se utiliza cuando los sistemas de control son carcelarios.

Por el contrario, qué pasa cuando se pide que se quede fuera de horario, que vaya más temprano a un evento o que almuerce rápido en el escritorio. Si de modernización hablamos, entonces busquemos nuevas formas de gestionar el empleo público.

Cabría preguntarnos qué pasa cuando un jefe manda un mensaje después del horario de trabajo para preguntarle “¿hiciste el informe?” Y el empleado tiene que responder s”i o no”. ¿Es trabajo? ¿Cómo contabilizan el minuto de lectura y respuesta cuando el empleado estaba cenando con su familia o mirando televisión? ¿Es sólo un minuto o se queda pensando un rato más sacado de eje en su momento de tranquilidad, ocio y esparcimiento?

En el segundo de los casos, la aplicación de un sistema de gestión electrónica conceptualmente podría ser considerado un avance, pero su uso ha estado permeado de una importante cantidad de fallas de implementación, tema clave a considerar en el diseño de políticas públicas: es un sistema que funcionaba en la Ciudad de Buenos Aires implantado en Nación con sus particularidades, genera notas, pedidos, expedientes que van personalizados y que se frenan si el funcionario al que se lo envían no lo mira, intenta ahorrar papel pero al pasar por varias oficinas la tendencia cultural es a imprimir, el sistema colapsa asiduamente y es poco amigable para el usuario en su funcionamiento.

Si hablamos de modernización tenemos que hablar de futuro, y el control horario homogéneo y generalizado atrasa. No hablamos de guardias, atención al público, servicios específicos que requieren presencia física (aunque cada vez menos).

Pensemos, por el contrario, en sistemas meritocráticos, trabajos por objetivos y metas, flexibilidad en el tiempo, en espacio y en funciones, teletrabajo, oficinas móviles, despapelización, agencialización, terciarización, gestión por resultados entre otras herramientas. Hay jefes, cadenas de mando, estructuras verticales para coordinar las acciones de los empleados de diferentes maneras, pero en ningún caso se debe olvidar que cada persona es única lo mismo que el trabajo.

Si realmente se quiere modernizar hay dos elementos claves a tener en cuenta, un plan estratégico de características participativas que permiten delinear un futuro integral y un cambio de la cultura de las organizaciones públicas que acompañarán los cambios que se vayan generando. Eso sería un principio para llegar a pensar en forma moderna. Nada de esto pareciera haber sido considerado con la modificación del rango ministerial.

Gustavo Blutman es doctor en Ciencias Económicas (UBA) y profesor titular regular de Administración Pública, FCE, UBA

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SOCIOS DE LA AAEAP EN LOS MEDIOS

Oscar Oszlak: “Este Gobierno no achicó el Estado, hay una superestructura política mucho más densa”

El politólogo e investigador superior del Conicet reflexiona en Infobae sobre las problemáticas del Estado argentino: tamaño, ineficiencia e incapacidad de planificar a futuro.

El acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, con sus requisitos de reducción del gasto público, y la palabra “ajuste” han puesto una vez más en el centro de la escena la cuestión del tamaño del Estado: qué, cuál, cuánto Estado “es necesario”. Por eso, para pensar el tema en profundidad, es imprescindible escuchar a quienes han dedicado la mayor parte de su vida académica a estudiar el Estado.

“El gobierno de Macri no achicó el tamaño del Estado. Lo que pasa es que aumentó el aparato del Estado: el número de ministerios, de secretarios, subsecretarios, coordinadores. Es decir, hay una superestructura política mucho más densa”, afirma en diálogo con Infobae el politólogo Oscar Oszlak.

Para Oszlak, el problema no es que sobra gente, sino determinar qué gente sobra y qué gente falta, y por lo tanto planificar hacia el futuro qué clase de aparato institucional, y de dotación de personal, es realmente necesaria.

Oscar Oszlak es doctor en Ciencia Política y en Economía, Investigador Superior del Conicet, fundador del Centro de Estudios de Estado y Sociedad (CEDES), autor de “La formación del Estado argentino” y del recientemente reeditado “Merecer la ciudad: los pobres y el derecho al espacio urbano”, entre muchas otras publicaciones. No solo ha abordado el Estado como objeto de estudio académico: durante la presidencia de Raúl Alfonsín fue su asesor y subsecretario de Investigación y Reforma Administrativa.

“Cuando Alfonsín se fue -recuerda-, el gobierno tenía 900.000 funcionarios públicos. Menem lo bajó a 320.000”. Oszlak, entonces, derriba otro mito: para él, el tamaño del Estado “no coincide con un determinado partido político, ni con una determinada concepción política, porque fue un gobierno peronista el que achicó el aparato del Estado como nunca lo había hecho ningún otro gobierno en el mundo. Lo cual no significa que haya bajado el gasto público, porque el gasto público global, con el de las provincias, aumentó”.

—Con la reciente decisión del Gobierno de acudir al Fondo Monetario Internacional, ¿hasta qué punto se socava la autonomía y la soberanía estatal?

—Por supuesto que afecta la soberanía y la autonomía estatal en la medida en que estos organismos supranacionales, cuando vienen con auxilio financiero, siempre imponen algún tipo de condiciones. La historia del Fondo es una historia ya antigua: ha tenido una triste experiencia internacional, y su vinculación con Argentina no ha sido nada feliz. De manera que se recurre como tabla de salvación, de última instancia, frente a una situación de déficit en las finanzas públicas en la que el Gobierno habrá entendido que no tiene otra manera de resolverla. De todos modos, el país tiene una restricción en su capacidad de decisión autónoma que por supuesto no se limita al Fondo Monetario. El país forma parte de una red internacional muy importante. Un ejemplo: el Pacto de San José de Costa Rica. Incluso un fallo de la Corte Suprema de Justicia puede ser revertido por una corte internacional. Argentina entra en convenios, en pactos, en acuerdos que siempre son una fuente de restricción de la autonomía decisoria de parte del gobierno.

—Y si miramos en qué estado está el Estado hoy, ¿cómo evaluás el modo en que se está enfrentando esta crisis económica, quizá también política, y la eficacia del ajuste como método?

—Es una pregunta con muchas aristas. Una tiene que ver con el Estado que tenemos, el estado del Estado, que por supuesto es un producto histórico. Ese Estado tiene una serie de capas geológicas que se fueron construyendo a lo largo del tiempo. Hoy en día se pueden encontrar resabios del aparato del Estado que se remontan a tres, cuatro o cinco gobiernos atrás. De manera que cuando hablamos del Estado hablamos de la maquinaria del Estado, hablamos de las Instituciones con las cuales los gobiernos gobiernan. En ese sentido, no hay una burocracia de base cero. Hereda lo que hereda. ¿Y qué es lo que hereda? Este Gobierno heredó un Estado cuyo presupuesto público, en un 70%, estaba compuesto por transferencias, por ejemplo. Un Estado que, en el gobierno anterior, había aumentado su dotación en casi 250.000 personas. Entonces eso plantea la pregunta: ¿cuánto Estado es necesario?

—¿Y cuánto Estado es necesario?

—Hay un partido de derecha alemán que dice que hace falta tanto más Estado como sea necesario y tanto menos Estado como sea posible. Una fórmula que, por supuesto, nos deja en una absoluta indeterminación: ¿cuánto más Estado es necesario y cuánto menos Estado es posible? Yo fui subsecretario de Reforma Administrativa durante el gobierno de Alfonsín, que cuando se fue lo conformaban 900.000 funcionarios públicos (en parte, herencia de sucesivos gobiernos del pasado). Menem lo bajó a 320.000: no hubo un país en el mundo que haya achicado el aparato del estado en esa medida. Claro, le transfirió responsabilidades a las provincias, descentralizó la educación, la salud, se creó en ese entonces el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires -y por lo tanto se fueron 100.000 empleados públicos allí-, se privatizaron todas las empresas públicas, se descentralizó y por lo tanto se eliminaron todos los organismos reguladores que había anteriormente.

Por supuesto, esa es una concepción posible de qué Estado es necesario. Hay otras concepciones que consideran que la intervención del Estado sí es necesaria. Pero eso, evidentemente, no coincide con un determinado partido político, ni con una determinada concepción política, porque fue un gobierno peronista el que achicó el aparato del estado nacional de ese modo, a una tercera parte. Lo cual no significa que haya bajado el gasto público, porque el gasto público global, con el de las provincias, aumentó.

—Aún ajustando en el Estado…

—Aún reduciendo el aparato del Estado nacional, se amplificó todo el aparato del estado provincial y municipal, por ejemplo. Y eso es lo que seguimos teniendo hoy en día, con una proporción de empleo público respecto del empleo total, en mi opinión, muy elevada. Y sobre todo, con una falta de planificación de los recursos humanos. Yo he insistido mucho en este tema: es necesario determinar en cada área de gobierno cuánta gente realmente hace falta.

—Porque se habló mucho de achicar ministerios, de un ministro coordinador en Economía. ¿Qué significa eso? ¿Cuánto sirve hacer algo así?

—Este Gobierno no achicó el tamaño del Estado. Subió el número de ministerios, por ejemplo. La cantidad de empleados públicos que había en el momento en que asumió el gobierno de Macri prácticamente no se modificó. Lo que pasa es que aumentó el aparato, sobre todo la superestructura del Estado: aumentó el número de ministerios, el número de secretarios, de subsecretarios, de coordinadores, etcétera. Es decir, hay una superestructura política mucho más densa, y entonces de pronto salen medidas de retiro voluntarios, jubilaciones anticipadas…

—O despidos, directamente…

—O despidos, sí, contra las cuales yo realmente me he opuesto siempre. Doy un ejemplo: si la Orquesta Sinfónica Nacional despide a un oboísta, tiene la opción de contratar a otro -lo cual no tendría demasiado sentido- o dejar de tocar obras con oboe. Entonces, quiero decir: se trata de determinar no solamente qué cantidad de gente hace falta, sino qué tipo de perfil de personal hace falta.

—¿Y cuán cerca está hoy el Gobierno de hacer eso? Intuyo que ningún gobierno tampoco planificó mucho.

—Absolutamente ninguno. El problema es que hay que establecer un mecanismo permanente de planificación de recursos humanos. Esto significa, por ejemplo, entre otras cosas, saber cuántos se van a jubilar en los próximos dos o tres años, en qué clase de cargos. Y hay un segundo problema, al que yo he llamado, muchos años atrás -cuando hacía un diagnóstico de la administración pública uruguaya-, “Síndrome sobra-falta”: hay mucho sobrante de personal, generalmente de baja calificación (ordenanzas, por ejemplo), y una falta de empleados que tengan alta calificación en materia de planificación, de control de gestión, de manejo de sistemas de información. Entonces, el problema no es que sobra gente, sino determinar qué gente sobra y qué gente falta, y por lo tanto planificar hacia el futuro qué clase de aparato institucional, y de dotación de personal, es realmente necesaria.

—¿Es posible que esto se solucione en Argentina, mirando el Estado poroso que hemos tenido, en el que los cargos públicos, por lo general, se entregaron más según intereses partidarios que según el nivel técnico que podían tener?

—En Uruguay y en Chile, por ejemplo, nadie entra al sector público si no es por concurso. En Argentina prácticamente no existen. El gobierno anterior tampoco los hizo. La gran mayoría de los cargos directivos, en este momento, están ocupados por personal que no ha concursado y que está al frente de manera transitoria, sin un cargo definitivo. Creo que el concurso es un mecanismo fundamental, no solo para ingresar sino también para ascender en la carrera. Claro, hay que estar preparados para eso: el concurso requiere jurados y mecanismos institucionales permanentes. Y eso no solamente cuesta plata, sino que hay que organizarlo. Lo que se llama el “back office”: la organización interna del estado, para gestionar, es fundamental. Porque la gestión pública, en general, es de tres tiempos: es una gestión no solamente del presente, del día a día, sino una gestión del futuro y del pasado. En la Argentina tendemos a tomar decisiones imprevistas, improvisadas, con escasísima información y, por lo tanto, con poco conocimiento.

—¿Esto pasa hoy?

—Eso pasa hoy y ha pasado en el pasado. Se toman decisiones improvisadas. En el gobierno anterior, un día había “Milanesas para Todos”, o “Heladeras para Todos”, y se lanzaba un programa, por ejemplo, sin ver cuáles eran las cadenas de comercialización, de distribución, dónde se iban a ubicar, cuánto costaban. En fin. A alguien se le ocurre la idea y entonces lanza el proyecto. Hay que planificar, hay que programar, por un lado, mirando el futuro, y hay que hacer seguimiento, control, evaluación, mirando el pasado.

—¿Y cómo se sale de la pura improvisación?

—Esa improvisación tiene mucho que ver también con los cambios de orientación política que ha habido en la Argentina. No hemos tenido lo que en Argentina llamamos políticas de Estado. Una política de Estado es una orientación política que se mantiene más allá del término de un gobierno. En Chile o en Uruguay hay una continuidad de políticas que van más allá de que sea Colorado o del Frente, o incluso un gobierno militar como el de Pinochet, cuya orientación fue seguida luego por los gobiernos de la Conciliación y por el gobierno actual de Piñera: hay un cierto consenso social acerca de hacia dónde hay que ir.

Acá tenemos presentismo, es decir, improvisación, y por lo tanto no se conocen los efectos secundarios de las medidas. Por otro lado hay un problema de coordinación. La mayoría de las cuestiones de las que se ocupa el estado tienen que estar coordinadas, no solo de manera horizontal sino también vertical. Por ejemplo, la pobreza. La pobreza no es un problema solo del Ministerio de Desarrollo Social: involucra un montón de ministerios, que tienen que coordinarse para atacar un problema que no corta a través de las áreas funcionales ministeriales, sino que atraviesa todas esas áreas ministeriales. Entonces, no hay coordinación horizontal.

¿Cómo evaluás la coordinación y la gestión en este Gobierno?

—Finalmente el gobierno tuvo que tomar la decisión de designar un ministro, Dujovne, como ministro coordinador, cuando en realidad hay un Lopetegui. No sé hasta qué punto eso funciona. Está siempre por supuesto el modelo de un Ministro de Economía superministro y está el modelo de Coordinación. Yo he trabajado en varios países y he asesorado a gobiernos, y en todas partes el problema de coordinación es muy serio, porque el que es más débil en la relación de coordinación generalmente sabe que el más fuerte va a terminar prevaleciendo en la relación, y entonces prefiere trabajar sacándose una foto 4×4, por así decirlo, y no participando de la foto colectiva.

—¿Y en cuánto a la corrupción y a la rendición de cuentas?

—El problema de la rendición de cuentas es también notorio. Hemos creado, uno tras otro, mecanismos de todo tipo: contralorías, auditorías generales, el Defensor del Pueblo, Oficinas Anticorrupción, UIUF, AFI, de todas las siglas, y la rendición de cuentas no mejoró. Entre 2010 y 2015, los índices de control de corrupción en la Argentina bajaron de 40 a 31 sobre 100. Uruguay tiene 89; Chile, 88; Costa Rica, 75; todos los países del Caribe tienen en promedio alrededor de 60. Lo que pasa, me parece, es un problema cultural. Hay una falta de lo que yo llamo “respondibilidad”.

—¿Cómo es eso?

—Yo creo que no es un problema de exigencias de rendición de cuentas, sino un problema de no haber incorporado a la conciencia el valor de la rendición de cuentas. Vamos a seguir creando instituciones que exigen la rendición de cuentas, pero resulta que si previamente no logramos que cada funcionario público llegue a convencerse de que es un agente de la ciudadanía, y que tiene que rendirle cuentas, y que tiene que incorporar ese valor de manera natural, no creo que la rendición de cuentas mejore.

—¿Cuán cerca creés que estemos por alcanzar algo así en Argentina?

—Yo creo que hace falta un esfuerzo muchísimo más intenso, porque el cambio cultural no depende de cada individuo. Cada individuo en realidad se mira en un espejo más grande, que es el espejo del Estado. Y el Estado no devuelve una imagen que justamente tienda a crear ese tipo de valores, y sobre todo no lo exige: no hay penalidad, no hay exigencia, es todo lo mismo. Entonces, no es un problema de que nos miremos al espejo para decirnos “Somos responsables, tenemos que cambiar”. Hace falta una acción sistemática, porque los cambios culturales son todos a muy largo plazo.

Carlés Ramió disertó sobre el Estado en el año 2050 (VIDEO)

En una actividad organizada en conjunto por la Asociación Argentina de Estudios de Administración Pública y la Maestría en Gestión Pública y Desarrollo Gubernamental de la Universidad de Buenos Aires, Carlés Ramió reflexionó en un ejercicio de prospectiva sobre cómo puede ser la Administración Pública en el largo plazo.

En un contexto de profundos cambios políticos, económicos, sociales y tecnológicos, el catedrático de la Universidad Pompeu Fabra dejó planteados los potenciales escenarios de futuro de las instituciones públicas, las cuales se encuentran en situación de inmediata e imprescindible transformación.

Ramió señaló que “los desafíos del siglo XXI no pueden enfrentarse con un modelo conceptual propio del siglo XIX” y, considerando el impacto que se avecina en el trabajo será a partir de la robótica y la inteligencia artificial, defendió la necesidad de un cambio radical del modelo organizativo de las administraciones públicas y, en especial, de su sistema de gestión de recursos humanos.

Así, el disertante sostuvo la importancia de pensar en un modelo de gobernanza de la robótica dado que el desarrollo tecnológico no solo afectará a los puestos de trabajo poco calificados, sino a muchos otros como personal de salud o docente.

Finalmente, Ramió animó a académicos y a funcionarios públicos a debatir sobre el futuro institucional a largo plazo como un ejercicio que no se puede demorar mucho más tiempo si deseamos que la gestión pública no quede rezagada frente a las profundas transformaciones que experimenta nuestra sociedad.

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