Será que esta vez será, son las palabras de un habitante del barrio Nuevo Alberdi de la ciudad de Rosario mientras se iba el censista que había relevado su casa y su familia. Palabras que sintetizan, quizás en la misma proporción, frustración y esperanza: ¿otra vez se registra quiénes somos, ¿qué hacemos y cómo vivimos?, ¿otra vez nos quedamos esperando la promesa?, ¿esta vez será diferente? En las respuestas posibles seguramente habrá muchas incertezas, pero el desafío, en el orden de lo justo es que no podemos darnos el lujo de fracasar (nuevamente).
Ciudades en problemas
El mapa de Argentina está desequilibrado, presenta desigualdades territoriales que se manifiestan en la presencia de provincias y regiones prósperas y muy prósperas (con PBI similares a países centrales) compartiendo la geografía nacional con territorios pobres y muy pobres. De la misma manera, al interior de las ciudades coexisten (en algunas tensamente) territorios relegados por la pobreza, la marginación, la carencia de un hábitat de bienestar, la estigmatización, las violencias, etc. con zonas aventajadas, acomodadas y triunfantes y con barrios cerrados o clubes de campo que son verdaderos espacios de inurbanidad. Territorios urbanos que se extienden sobre la producción y modelos de producción que atentan contra la vida de las personas en las ciudades. Desde el punto de vista político institucional la cartografía alberga áreas azules, verdes y marrones siguiendo al clásico artículo de Guillermo O´Donnell (1993) para explicar las irregularidades de la eficacia de la ley en el territorio y en las relaciones funcionales de la propia sociedad.
Importa cómo se vive en las ciudades en tanto la gran mayoría de los argentinos tiene una vida urbana; la mitad de ellos habita en 5 grandes áreas metropolitanas y el otro 50% lo hace en más de 1100 localidades de diferentes escalas. En esa vasta cartografía, una de cada 10 personas vive en barrios populares donde existen enormes carencias y se registran indicadores de pobreza infantil, criminalidad y femicidios que ponen en alerta roja a nuestros pueblos y ciudades.
Para quienes estamos vinculados a la cuestión urbana desde diferentes ámbitos, investigadores, académicos, gestores y organizaciones territoriales, no pasaron desapercibidos algunas situaciones ocurridas en los últimos años, como una suerte de “alineación astral” : el relevamiento de barrios populares (2017), la creación del Registro Nacional de Barrios Populares (Renabap) (2018), la sanción de Ley de Integración Socio Urbana,(2018) la creación de un fideicomiso para su financiamiento (2019) y el establecimiento de la Secretaría de Integración Socio Urbana como estructura de gestión de la ley (2019). Con estos instrumentos de gestión, resultado de las luchas y la organización de movimientos territoriales diversos, por primera vez el estado exhibe un mapa real de las ciudades con 4400 barrios populares y presenta un Plan Nacional para esos territorios: las familias cuentan con un certificado de vivienda familiar que pueden utilizar en cualquier institución para solicitar servicios ;se establece la suspensión de desalojos, la regularización dominial, la expropiación de tierras y el compromiso del estado para el financiamiento de obras y servicios y políticas para los barrios registrados.
Tarda en llegar, y al final hay recompensa. La Urbanización de Nuevo Alberdi
Nuevo Alberdi se ubica en la zona Norte de Rosario, es barrio de más de 145 hectáreas, con dos zonas bien definidas, urbano consolidado y rural productivo, estructuralmente separado de la ciudad formal por las vías del ferrocarril, atravesado y rodeado por canales. Creció a partir de luchas por el derecho a la ciudad, resarcimiento por inundaciones, por dotación de servicios, contra los desalojos, y fundamentalmente contra los desarrolladores inmobiliarios y las políticas privatizadoras municipales. En su haber registran la Ordenanza de Prohibición de barrios cerrados en la ciudad (2014); en el debe, y casi como una venganza cínica, el abandono por parte de los sucesivos gobiernos socialistas (municipales y provincial)
Igual que en la canción de Ceratti, a Nuevo Alberdi llegó la recompensa. Penurias, necesidades y tragedias sostenidas con luchas, organización, logros y construcción colectiva. En agosto de 2020 el partido de movimiento Ciudad Futura firma el convenio de urbanización con la Secretaria de Integración Socio Urbana mostrando la foto que muchos no querían ver, Municipio, Provincia, Nación y organizaciones del territorio dispuestos a llevar adelante el proyecto de Urbanización más ambicioso de la ciudad. La novedad está dada en que el que diseña el Proyecto es la organización territorial y articula con los estados y empresas de servicios las obras y políticas para el barrio. En este caso por las dimensiones y complejidad del proyecto se convoca a una organización técnica para la realización del Proyecto Técnico Ejecutivo.
Integración socio urbana, es el conjunto de acciones orientadas a la mejora y ampliación del equipamiento social y de la infraestructura, el acceso a los servicios, el tratamiento de los espacios libres y públicos, la eliminación de barreras urbanas, la mejora en la accesibilidad y conectividad, el saneamiento y mitigación ambiental, el fortalecimiento de las actividades económicas familiares, el redimensionamiento parcelario, la seguridad en la tenencia y la regularización dominial. Tales acciones deberán ser progresivas, integrales, participativas y con enfoque de género y diversidad. (Ley N° 27.453)
Todo comenzó en pandemia. Pandemia que, como ocurrió en todo el mundo, formateó territorios, procesos y políticas. Solo el Centro de Salud quedó abierto y emergieron decenas de comedores y merenderos en una red solidaria y autogestiva inédita; a la vez que no cesaron las balaceras, las violencias hacia las mujeres y las usurpaciones de viviendas por parte de grupos narcos. En ese contexto la estrategia del proyecto fue diseñada en tres dimensiones de trabajo articuladas y con un resguardo de legitimidad política amplio, reticular y multi escalar (Plataforma de Gestión)
A cinco meses de iniciada la tarea, y como parte del diagnóstico se cuenta con cartografía actualizada del polígono con vuelos de drones, ajustes artesanales de terrenos y viviendas; están relevadas por censo las condiciones de vida y habitacionales de 2400 familias instaladas en 1789 viviendas, los comercios e instituciones. Se llevaron adelante micro talleres con instituciones; los vecinos diseñaron (con la técnica de burbujas familiares) más de 400 mapas sobre de las dinámicas y flujos del barrio y otros tantos de subjetividades, deseos y expectativas. Ya en la etapa proyectual se iniciaron los espacios de coproducción del diseño urbano con mujeres, niños y jóvenes. A la par se desarrollan los espacios de articulación con los estados y con las empresas prestadoras de servicios para la concreción de las obras de infraestructura.
Tropezar con la misma piedra, los estados in/capaces.
El Proyecto de urbanización recién empieza, los vecinos se muestran entusiasmados y participan de las convocatorias de discusión que se organizan, van siguiendo los avances por grupos de WhatsApp y por el programa en la radio comunitaria. En tanto la relación con las distintas jurisdicciones es despareja, fluctuante e inestable. Los acuerdos políticos no parecen ser suficientes a la hora de gestionar y movilizar las burocracias; se evidencian viejas y nuevas debilidades en las estructuras (solo conocen y se interesan por SU área, pocos tienen habilidades para leer los contextos, se evidencia escasa capacidad para dimensionar la complejidad del problema, escasa razonabilidad para comprender fenómenos novedosos, etc.) y cierto desconcierto ante una modalidad de gestión que pretende ser innovadora, integral y concurrente.
La coordinación intergubernamental parece ser el talón de Aquiles de toda política pública que intente superar la monosectorialidad; el Programa de Integración Socio, Urbana no parece ser la excepción. A poco de transitar, el estado en sus diferentes niveles está mostrando una gran debilidad, no sólo para cumplir los requerimientos de la Ley, sino y fundamentalmente para hacerse cargo de los problemas que asumió resolver. Esta afirmación es provisoria, en tanto creemos en los procesos de aprendizaje y cambios que se producen en las organizaciones, muchos de ellos derivados de experiencias y haceres concretos y situados.
Decíamos al principio que se había dado una suerte de “alineación de astros” que permitió desarrollar a nivel nacional una serie de políticas encaminados a la Integración Socio Urbana en Argentina; están los instrumentos, los recursos y la decisión política. ¿Están las capacidades de los estados disponibles para hacerlos realidad? Será que esta vez será….
Será que esta vez será… una/ otra Política de Integración Urbana Socio Urbana
Será que esta vez será… una/ otra Política de Integración Urbana Socio Urbana
Será que esta vez será, son las palabras de un habitante del barrio Nuevo Alberdi de la ciudad de Rosario mientras se iba el censista que había relevado su casa y su familia. Palabras que sintetizan, quizás en la misma proporción, frustración y esperanza: ¿otra vez se registra quiénes somos, ¿qué hacemos y cómo vivimos?, ¿otra vez nos quedamos esperando la promesa?, ¿esta vez será diferente? En las respuestas posibles seguramente habrá muchas incertezas, pero el desafío, en el orden de lo justo es que no podemos darnos el lujo de fracasar (nuevamente).
Ciudades en problemas
El mapa de Argentina está desequilibrado, presenta desigualdades territoriales que se manifiestan en la presencia de provincias y regiones prósperas y muy prósperas (con PBI similares a países centrales) compartiendo la geografía nacional con territorios pobres y muy pobres. De la misma manera, al interior de las ciudades coexisten (en algunas tensamente) territorios relegados por la pobreza, la marginación, la carencia de un hábitat de bienestar, la estigmatización, las violencias, etc. con zonas aventajadas, acomodadas y triunfantes y con barrios cerrados o clubes de campo que son verdaderos espacios de inurbanidad. Territorios urbanos que se extienden sobre la producción y modelos de producción que atentan contra la vida de las personas en las ciudades. Desde el punto de vista político institucional la cartografía alberga áreas azules, verdes y marrones siguiendo al clásico artículo de Guillermo O´Donnell (1993) para explicar las irregularidades de la eficacia de la ley en el territorio y en las relaciones funcionales de la propia sociedad.
Importa cómo se vive en las ciudades en tanto la gran mayoría de los argentinos tiene una vida urbana; la mitad de ellos habita en 5 grandes áreas metropolitanas y el otro 50% lo hace en más de 1100 localidades de diferentes escalas. En esa vasta cartografía, una de cada 10 personas vive en barrios populares donde existen enormes carencias y se registran indicadores de pobreza infantil, criminalidad y femicidios que ponen en alerta roja a nuestros pueblos y ciudades.
Para quienes estamos vinculados a la cuestión urbana desde diferentes ámbitos, investigadores, académicos, gestores y organizaciones territoriales, no pasaron desapercibidos algunas situaciones ocurridas en los últimos años, como una suerte de “alineación astral” : el relevamiento de barrios populares (2017), la creación del Registro Nacional de Barrios Populares (Renabap) (2018), la sanción de Ley de Integración Socio Urbana,(2018) la creación de un fideicomiso para su financiamiento (2019) y el establecimiento de la Secretaría de Integración Socio Urbana como estructura de gestión de la ley (2019). Con estos instrumentos de gestión, resultado de las luchas y la organización de movimientos territoriales diversos, por primera vez el estado exhibe un mapa real de las ciudades con 4400 barrios populares y presenta un Plan Nacional para esos territorios: las familias cuentan con un certificado de vivienda familiar que pueden utilizar en cualquier institución para solicitar servicios ;se establece la suspensión de desalojos, la regularización dominial, la expropiación de tierras y el compromiso del estado para el financiamiento de obras y servicios y políticas para los barrios registrados.
Tarda en llegar, y al final hay recompensa. La Urbanización de Nuevo Alberdi
Nuevo Alberdi se ubica en la zona Norte de Rosario, es barrio de más de 145 hectáreas, con dos zonas bien definidas, urbano consolidado y rural productivo, estructuralmente separado de la ciudad formal por las vías del ferrocarril, atravesado y rodeado por canales. Creció a partir de luchas por el derecho a la ciudad, resarcimiento por inundaciones, por dotación de servicios, contra los desalojos, y fundamentalmente contra los desarrolladores inmobiliarios y las políticas privatizadoras municipales. En su haber registran la Ordenanza de Prohibición de barrios cerrados en la ciudad (2014); en el debe, y casi como una venganza cínica, el abandono por parte de los sucesivos gobiernos socialistas (municipales y provincial)
Igual que en la canción de Ceratti, a Nuevo Alberdi llegó la recompensa. Penurias, necesidades y tragedias sostenidas con luchas, organización, logros y construcción colectiva. En agosto de 2020 el partido de movimiento Ciudad Futura firma el convenio de urbanización con la Secretaria de Integración Socio Urbana mostrando la foto que muchos no querían ver, Municipio, Provincia, Nación y organizaciones del territorio dispuestos a llevar adelante el proyecto de Urbanización más ambicioso de la ciudad. La novedad está dada en que el que diseña el Proyecto es la organización territorial y articula con los estados y empresas de servicios las obras y políticas para el barrio. En este caso por las dimensiones y complejidad del proyecto se convoca a una organización técnica para la realización del Proyecto Técnico Ejecutivo.
Integración socio urbana, es el conjunto de acciones orientadas a la mejora y ampliación del equipamiento social y de la infraestructura, el acceso a los servicios, el tratamiento de los espacios libres y públicos, la eliminación de barreras urbanas, la mejora en la accesibilidad y conectividad, el saneamiento y mitigación ambiental, el fortalecimiento de las actividades económicas familiares, el redimensionamiento parcelario, la seguridad en la tenencia y la regularización dominial. Tales acciones deberán ser progresivas, integrales, participativas y con enfoque de género y diversidad. (Ley N° 27.453)
Todo comenzó en pandemia. Pandemia que, como ocurrió en todo el mundo, formateó territorios, procesos y políticas. Solo el Centro de Salud quedó abierto y emergieron decenas de comedores y merenderos en una red solidaria y autogestiva inédita; a la vez que no cesaron las balaceras, las violencias hacia las mujeres y las usurpaciones de viviendas por parte de grupos narcos. En ese contexto la estrategia del proyecto fue diseñada en tres dimensiones de trabajo articuladas y con un resguardo de legitimidad política amplio, reticular y multi escalar (Plataforma de Gestión)
A cinco meses de iniciada la tarea, y como parte del diagnóstico se cuenta con cartografía actualizada del polígono con vuelos de drones, ajustes artesanales de terrenos y viviendas; están relevadas por censo las condiciones de vida y habitacionales de 2400 familias instaladas en 1789 viviendas, los comercios e instituciones. Se llevaron adelante micro talleres con instituciones; los vecinos diseñaron (con la técnica de burbujas familiares) más de 400 mapas sobre de las dinámicas y flujos del barrio y otros tantos de subjetividades, deseos y expectativas. Ya en la etapa proyectual se iniciaron los espacios de coproducción del diseño urbano con mujeres, niños y jóvenes. A la par se desarrollan los espacios de articulación con los estados y con las empresas prestadoras de servicios para la concreción de las obras de infraestructura.
Tropezar con la misma piedra, los estados in/capaces.
El Proyecto de urbanización recién empieza, los vecinos se muestran entusiasmados y participan de las convocatorias de discusión que se organizan, van siguiendo los avances por grupos de WhatsApp y por el programa en la radio comunitaria. En tanto la relación con las distintas jurisdicciones es despareja, fluctuante e inestable. Los acuerdos políticos no parecen ser suficientes a la hora de gestionar y movilizar las burocracias; se evidencian viejas y nuevas debilidades en las estructuras (solo conocen y se interesan por SU área, pocos tienen habilidades para leer los contextos, se evidencia escasa capacidad para dimensionar la complejidad del problema, escasa razonabilidad para comprender fenómenos novedosos, etc.) y cierto desconcierto ante una modalidad de gestión que pretende ser innovadora, integral y concurrente.
La coordinación intergubernamental parece ser el talón de Aquiles de toda política pública que intente superar la monosectorialidad; el Programa de Integración Socio, Urbana no parece ser la excepción. A poco de transitar, el estado en sus diferentes niveles está mostrando una gran debilidad, no sólo para cumplir los requerimientos de la Ley, sino y fundamentalmente para hacerse cargo de los problemas que asumió resolver. Esta afirmación es provisoria, en tanto creemos en los procesos de aprendizaje y cambios que se producen en las organizaciones, muchos de ellos derivados de experiencias y haceres concretos y situados.
Decíamos al principio que se había dado una suerte de “alineación de astros” que permitió desarrollar a nivel nacional una serie de políticas encaminados a la Integración Socio Urbana en Argentina; están los instrumentos, los recursos y la decisión política. ¿Están las capacidades de los estados disponibles para hacerlos realidad? Será que esta vez será….
Autor/es: Patricia Nari
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