Para Weber había dos modos de hacer política: “Vivir para ella o vivir de ella”.
Vive para la política quien, al decir de Viktor Frankl, la convierte en el sentido de su vida, marcando el rumbo con objetivos a largo plazo y un plan estratégico para lograrlos, influyendo en sus audiencias y creando un sentimiento de propósito colectivo. En definitiva, proponiendo transformaciones sustanciales de la realidad, o poniendo su vida al servicio de una causa que lo transciende. Para muchos, son verdaderos líderes y la literatura los reconoce, según el caso, como transformacionales o trascendentales.
Son transformacionales aquellos que elaboran un proyecto colectivo y generan una visión compartida de futuro en un conjunto amplio de seguidores, ayudando a desarrollar un cambio valioso en todos ellos e impulsando a sus audiencias hacia procesos de transformación de grandes proporciones. Churchill, Steve Jobs, fueron líderes transformacionales.
Son trascendentales aquellos cuyas ideas cambiaron formas de pensar, valorar y actuar durante varias generaciones, con nuevas maneras de ver y cambiar la realidad. Einstein, Teresa de Calcuta, Gandhi, fueron líderes trascendentales. Ambos tipos de líderes “encarnan” los valores que propugnan: hacen lo que dicen, viven como predican.
En cambio, quienes viven de la política, no tienen el sentido de propósito: solo pretenden disfrutar de los beneficios que el poder les otorga. Aunque hay discrepancias, ciertos autores también los reconocen como líderes, denominándolos transaccionales (“te doy esto a cambio de aquello”; “nos aliamos para ganar las elecciones, después vemos”; “quien mide mejor”? “que dicen las encuestas”?).
Para Weber, el verdadero líder político es vocacional y tiene tres cualidades: pasión, sentimiento de responsabilidad y sentido de proporción: dispone de una causa y una visión de futuro, pero además, de un eje vertebral ético y un sentido interno de propósito. Estas cualidades producen políticos que pueden “hacer girar la rueda de la historia” (ver The Economist edición del 26 enero 2019).
Sugiero inventariar políticos argentinos en actividad que respondan al perfil weberiano. Conozco a varios, por haber trabajado con ellos en diferentes proyectos, a otros los sigo a través de sus declaraciones, acciones y omisiones. En mi inventario sobran los dedos de una mano y, como creo que no podemos aspirar a un proyecto de desarrollo con inclusión social sin liderazgos políticos transformacionales, concluyo preguntando: ¿habrá llegado la hora de pensar en una refundación de la política?
Por Isidoro Luis Felcman
* Doctor de la Universidad de Buenos Aires, profesor consulto de la Facultad Ciencias Económicas/UBA, director del Centro de Investigaciones en Administración Pública (FCE/UBA).
SOCIOS DE LA AAEAP EN LOS MEDIOS
SOCIOS DE LA AAEAP EN LOS MEDIOS
Vivir de la política o vivir para la política
Para Weber había dos modos de hacer política: “Vivir para ella o vivir de ella”.
Vive para la política quien, al decir de Viktor Frankl, la convierte en el sentido de su vida, marcando el rumbo con objetivos a largo plazo y un plan estratégico para lograrlos, influyendo en sus audiencias y creando un sentimiento de propósito colectivo. En definitiva, proponiendo transformaciones sustanciales de la realidad, o poniendo su vida al servicio de una causa que lo transciende. Para muchos, son verdaderos líderes y la literatura los reconoce, según el caso, como transformacionales o trascendentales.
Son transformacionales aquellos que elaboran un proyecto colectivo y generan una visión compartida de futuro en un conjunto amplio de seguidores, ayudando a desarrollar un cambio valioso en todos ellos e impulsando a sus audiencias hacia procesos de transformación de grandes proporciones. Churchill, Steve Jobs, fueron líderes transformacionales.
Son trascendentales aquellos cuyas ideas cambiaron formas de pensar, valorar y actuar durante varias generaciones, con nuevas maneras de ver y cambiar la realidad. Einstein, Teresa de Calcuta, Gandhi, fueron líderes trascendentales. Ambos tipos de líderes “encarnan” los valores que propugnan: hacen lo que dicen, viven como predican.
En cambio, quienes viven de la política, no tienen el sentido de propósito: solo pretenden disfrutar de los beneficios que el poder les otorga. Aunque hay discrepancias, ciertos autores también los reconocen como líderes, denominándolos transaccionales (“te doy esto a cambio de aquello”; “nos aliamos para ganar las elecciones, después vemos”; “quien mide mejor”? “que dicen las encuestas”?).
Para Weber, el verdadero líder político es vocacional y tiene tres cualidades: pasión, sentimiento de responsabilidad y sentido de proporción: dispone de una causa y una visión de futuro, pero además, de un eje vertebral ético y un sentido interno de propósito. Estas cualidades producen políticos que pueden “hacer girar la rueda de la historia” (ver The Economist edición del 26 enero 2019).
Sugiero inventariar políticos argentinos en actividad que respondan al perfil weberiano. Conozco a varios, por haber trabajado con ellos en diferentes proyectos, a otros los sigo a través de sus declaraciones, acciones y omisiones. En mi inventario sobran los dedos de una mano y, como creo que no podemos aspirar a un proyecto de desarrollo con inclusión social sin liderazgos políticos transformacionales, concluyo preguntando: ¿habrá llegado la hora de pensar en una refundación de la política?
Por Isidoro Luis Felcman
* Doctor de la Universidad de Buenos Aires, profesor consulto de la Facultad Ciencias Económicas/UBA, director del Centro de Investigaciones en Administración Pública (FCE/UBA).
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Autor/es: Isidoro Luis Felcman
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