La revalorización del Estado y del sector público en estos tiempos de pandemia es un hecho auspicioso especialmente para contrarrestar los argumentos de aquellos que consideraban que todo lo resuelve la mano invisible del mercado. Sin embargo, estamos viendo que, sin mercado y sin sociabilidad, tampoco habría Estado. Por ello, planificar de manera estratégica es tomar en cuenta lo importante para mitigar lo urgente y para eso se requiere una mirada multidisciplinar.
La continuidad del aislamiento podría pensarse como el sueño de los que desean el control rígido, aquello que en términos de Foucault logra el disciplinamiento y el control sobre los cuerpos. La lepra los separaba, la peste los enclaustraba. El aislamiento obligatorio excede a la peste y controla a los cuerpos de manera física y mental.
¿Estamos en un estado de sitio? La respuesta en términos jurídicos sería negativa. ¿Se nos restringen nuestras libertades? Definitivamente. ¿Si un sector quisiera salir a la calle y manifestarse en contra de las medidas tomadas de la cuarentena podría? Difícil. Aplausos y cacerolas son algunas de las demostraciones visibles.
Esas manifestaciones las realizan los diferentes actores sociales, políticos y económicos que se mueven de acuerdo con intereses específicos, pudiendo ser los mismos egoístas – quiero que termina la cuarentena para abrir mi negocio- o altruistas – apoyo a los médicos porque benefician a la sociedad. Las decisiones que se tienen que tomar en estos tiempos exceden una agenda clara y fija, la misma es movible y volátil.
Pero… ¿Son los médicos los únicos que pueden asesorar en orientaciones posibles? Seguramente los sociólogos, antropólogos, psicólogos, economistas, politólogos, entre otros podrían tener opinión sobre el comportamiento societal, sobre las transformaciones culturales, las estructuraciones mentales, para señalar algunos de los posibles saberes que pueden aportar expertos no médicos.
La gente se enferma, y algunos mueren por el coronavirus, pero también por la falta de accesos a servicios básicos, mala nutrición, depresión, violencia familiar, obesidad, y otras situaciones que no están incluidas en la exclusividad de la profesionalidad de la salud.Posiblemente con la inclusión de otras miradas científicas la decisión podría haber sido la misma, no lo sabemos con certeza, pero ampliar las visiones nos permite ver diferentes escenarios y caminos alternativos.
En una escena de la película Parasite se plantea lo siguiente: ¿Sabes qué tipo de plan nunca falla? Ningún plan. Ningún plan en absoluto. ¿Sabes por qué? Porque la vida no se puede planificar. Los que vieron la película sabrán el resultado final. Pero también sabemos que dejarse llevar por las reacciones lo que deriva es en desorientaciones y colpasos.San Agustín decía ni el pasado ni el futuro existen, el pasado vive solo en la memoria y el futuro es solo una esperanza.
Podemos redirigir ese pensamiento señalando que el presente no existiría, ese presente ya es pasado y solo nos queda mirar el futuro. Por eso el Estado tiene que pensar en el futuro, planificando en el corto, mediano y largo plazo, y ampliarlo a la mayor cantidad de voces posibles que generen una visión compartida. De esa manera podremos resolver lo urgente pero también avanzar en lo importante.
Gustavo Blutman es Profesor titular regular Administración Pública FCE UBA.
El Estado, entre lo urgente y lo importante
El Estado, entre lo urgente y lo importante
La revalorización del Estado y del sector público en estos tiempos de pandemia es un hecho auspicioso especialmente para contrarrestar los argumentos de aquellos que consideraban que todo lo resuelve la mano invisible del mercado. Sin embargo, estamos viendo que, sin mercado y sin sociabilidad, tampoco habría Estado. Por ello, planificar de manera estratégica es tomar en cuenta lo importante para mitigar lo urgente y para eso se requiere una mirada multidisciplinar.
La continuidad del aislamiento podría pensarse como el sueño de los que desean el control rígido, aquello que en términos de Foucault logra el disciplinamiento y el control sobre los cuerpos. La lepra los separaba, la peste los enclaustraba. El aislamiento obligatorio excede a la peste y controla a los cuerpos de manera física y mental.
¿Estamos en un estado de sitio? La respuesta en términos jurídicos sería negativa. ¿Se nos restringen nuestras libertades? Definitivamente. ¿Si un sector quisiera salir a la calle y manifestarse en contra de las medidas tomadas de la cuarentena podría? Difícil. Aplausos y cacerolas son algunas de las demostraciones visibles.
Esas manifestaciones las realizan los diferentes actores sociales, políticos y económicos que se mueven de acuerdo con intereses específicos, pudiendo ser los mismos egoístas – quiero que termina la cuarentena para abrir mi negocio- o altruistas – apoyo a los médicos porque benefician a la sociedad. Las decisiones que se tienen que tomar en estos tiempos exceden una agenda clara y fija, la misma es movible y volátil.
Pero… ¿Son los médicos los únicos que pueden asesorar en orientaciones posibles? Seguramente los sociólogos, antropólogos, psicólogos, economistas, politólogos, entre otros podrían tener opinión sobre el comportamiento societal, sobre las transformaciones culturales, las estructuraciones mentales, para señalar algunos de los posibles saberes que pueden aportar expertos no médicos.
La gente se enferma, y algunos mueren por el coronavirus, pero también por la falta de accesos a servicios básicos, mala nutrición, depresión, violencia familiar, obesidad, y otras situaciones que no están incluidas en la exclusividad de la profesionalidad de la salud.Posiblemente con la inclusión de otras miradas científicas la decisión podría haber sido la misma, no lo sabemos con certeza, pero ampliar las visiones nos permite ver diferentes escenarios y caminos alternativos.
En una escena de la película Parasite se plantea lo siguiente: ¿Sabes qué tipo de plan nunca falla? Ningún plan. Ningún plan en absoluto. ¿Sabes por qué? Porque la vida no se puede planificar. Los que vieron la película sabrán el resultado final. Pero también sabemos que dejarse llevar por las reacciones lo que deriva es en desorientaciones y colpasos.San Agustín decía ni el pasado ni el futuro existen, el pasado vive solo en la memoria y el futuro es solo una esperanza.
Podemos redirigir ese pensamiento señalando que el presente no existiría, ese presente ya es pasado y solo nos queda mirar el futuro. Por eso el Estado tiene que pensar en el futuro, planificando en el corto, mediano y largo plazo, y ampliarlo a la mayor cantidad de voces posibles que generen una visión compartida. De esa manera podremos resolver lo urgente pero también avanzar en lo importante.
Gustavo Blutman es Profesor titular regular Administración Pública FCE UBA.
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Autor/es: Gustavo Edgardo Blutman
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