¿Cómo se asocian las redes sociales a fenómenos sociopolíticos tales como las polarizaciones o “grietas¨? Cass Sunstein, académico de Harvard Law School, observa que con las redes sociales sucede como con cualquier tecnología: así como ofrecen beneficios importantes, también plantean grandes riesgos. Esos “riesgos” se vinculan con procesos de fragmentación, polarización y extremismo. Sunstein advierte sobre el fenómeno grupal de polarización, más extremo aún. Trae a colación un experimento realizado por su grupo en el estado de Colorado. Una década atrás organizaron, con 60 ciudadanos, grupos de 6 personas cada uno. Se pidió a los miembros de cada grupo que debatieran sobre los temas más controversiales del momento, por ejemplo, si su gobierno debía firmar un tratado internacional para controlar y combatir el calentamiento global. Los grupos tenían una composición similar de partidarios liberales (en el sentido estadounidense) y conservadores. Los resultados fueron preocupantes. En casi todos los grupos, los miembros asumieron posiciones más extremas después de debatir entre ellos. Por ejemplo, los liberales apoyaron la firma de un tratado de control del cambio climático de modo mucho más rotundo cuando se pronunciaron en conjunto. Los conservadores, algunos inicialmente neutrales, terminaron oponiéndose colectivamente de manera tajante a ese tratado.
Podemos reconocer en esta experiencia lo que suele suceder hoy todos los días: los grupos adversarios no sólo no quieren oír argumentaciones en contra de sus posturas, sino que incrementan su polarización respecto de los “otros”.
A eso debería agregarse el resultado de otra investigación en el marco del MIT, realizada por Sorush Vosoughi y otros. Se verificó que las noticias falsas son más numerosas que las reales y que, además, circulan más rápido. En Twitter, las noticias falsas tienen un 70% más de probabilidad de ser retuiteadas que las noticias reales. Para determinarlo, analizaron 4,5 millones de tuits y retuits entre 2006 y 2017. Así, comprobaron cómo se transforman y se crean nuevas historias. Hallamos aquí una conjunción y potenciación entre lo reprochable del comportamiento humano y la viralidad que posibilitan las redes; un uso muy efectivo para amplificar lo peor de nosotros, ahora escondido en el anonimato y desubjetivización.
A través de esta dinámica se potencia la construcción imaginaria del “enemigo”. Otro ámbito de referencia son los medios masivos de comunicación, en los que muchos políticos y actores sociales se farandulizan, protagonizando y exponiéndose a batallas que conducen hacia posturas extremas.
Cabe preguntarse de qué modo este escenario va repercutiendo en nuestras democracias representativas y nuestras instituciones públicas. También, de qué manera afecta y transforma nuestra vida cotidiana. Para encontrar respuestas debemos animarnos a dejar en suspenso nuestras referencias a mundos conocidos, que nos mantienen atrapados en ese espejo retrovisor del que hablaba McLuhan. Así, nos llevan a mirar el presente desde un pasado que poco puede decirnos sobre el impacto de las nuevas tecnologías, las corporaciones que las impulsan y las más recientes tendencias de la globalización. La comprensión del nuevo mundo exigirá actualizar drásticamente nuestras perspectivas y miradas.
La autora es coordinadora de la Red Académica de Gobierno Abierto, del IDES
SOCIOS DE LA AAEAP EN LOS MEDIOS
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Nuevas miradas se necesitan
¿Cómo se asocian las redes sociales a fenómenos sociopolíticos tales como las polarizaciones o “grietas¨? Cass Sunstein, académico de Harvard Law School, observa que con las redes sociales sucede como con cualquier tecnología: así como ofrecen beneficios importantes, también plantean grandes riesgos. Esos “riesgos” se vinculan con procesos de fragmentación, polarización y extremismo. Sunstein advierte sobre el fenómeno grupal de polarización, más extremo aún. Trae a colación un experimento realizado por su grupo en el estado de Colorado. Una década atrás organizaron, con 60 ciudadanos, grupos de 6 personas cada uno. Se pidió a los miembros de cada grupo que debatieran sobre los temas más controversiales del momento, por ejemplo, si su gobierno debía firmar un tratado internacional para controlar y combatir el calentamiento global. Los grupos tenían una composición similar de partidarios liberales (en el sentido estadounidense) y conservadores. Los resultados fueron preocupantes. En casi todos los grupos, los miembros asumieron posiciones más extremas después de debatir entre ellos. Por ejemplo, los liberales apoyaron la firma de un tratado de control del cambio climático de modo mucho más rotundo cuando se pronunciaron en conjunto. Los conservadores, algunos inicialmente neutrales, terminaron oponiéndose colectivamente de manera tajante a ese tratado.
Podemos reconocer en esta experiencia lo que suele suceder hoy todos los días: los grupos adversarios no sólo no quieren oír argumentaciones en contra de sus posturas, sino que incrementan su polarización respecto de los “otros”.
A eso debería agregarse el resultado de otra investigación en el marco del MIT, realizada por Sorush Vosoughi y otros. Se verificó que las noticias falsas son más numerosas que las reales y que, además, circulan más rápido. En Twitter, las noticias falsas tienen un 70% más de probabilidad de ser retuiteadas que las noticias reales. Para determinarlo, analizaron 4,5 millones de tuits y retuits entre 2006 y 2017. Así, comprobaron cómo se transforman y se crean nuevas historias. Hallamos aquí una conjunción y potenciación entre lo reprochable del comportamiento humano y la viralidad que posibilitan las redes; un uso muy efectivo para amplificar lo peor de nosotros, ahora escondido en el anonimato y desubjetivización.
A través de esta dinámica se potencia la construcción imaginaria del “enemigo”. Otro ámbito de referencia son los medios masivos de comunicación, en los que muchos políticos y actores sociales se farandulizan, protagonizando y exponiéndose a batallas que conducen hacia posturas extremas.
Cabe preguntarse de qué modo este escenario va repercutiendo en nuestras democracias representativas y nuestras instituciones públicas. También, de qué manera afecta y transforma nuestra vida cotidiana. Para encontrar respuestas debemos animarnos a dejar en suspenso nuestras referencias a mundos conocidos, que nos mantienen atrapados en ese espejo retrovisor del que hablaba McLuhan. Así, nos llevan a mirar el presente desde un pasado que poco puede decirnos sobre el impacto de las nuevas tecnologías, las corporaciones que las impulsan y las más recientes tendencias de la globalización. La comprensión del nuevo mundo exigirá actualizar drásticamente nuestras perspectivas y miradas.
La autora es coordinadora de la Red Académica de Gobierno Abierto, del IDES
Por: Esther Kaufman
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Autor/es: Ester Kaufman
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