Reforma fiscal y reforma del Estado, dos paralelas que se cruzan
Hay dos factores cruciales para que la recaudación sea efectiva: el tipo de gastos públicos que se hacen y la eficiencia de la administración pública que los concreta.
Recuerda el historiador Gabriel Ardant que, consultado un condottiero por Luis XII sobre lo necesario para conquistar Milán, disparó: “Tres cosas Señor: dinero, más dinero y un poco más de dinero”. Brutal referencia medieval sobre el valor de recaudar, supuesto que asumía también el disponer de un mejor aparato de combate, sin lo cual sumar dinero implicaba mayor derroche. En clave actual, importa atender, junto a los recursos, la eficiencia y calidad de su aplicación.
No cabe duda, según la célebre expresión del juez Oliver Wendell Holmes que “los impuestos son el precio de la civilización”, pero, admitido ese precio, es necesario asegurar la contraprestación. Datos internacionales recientes sobre recaudación y “ratio impositivo” muestran tendencias de interés, colocando a Argentina en contexto, una de las cuestiones abordadas por el Observatorio Fiscal Federal.
No hace mucho se aludía al modelo impositivo nórdico, representando la alta tributación entre desarrollados. Con niveles mayores al 50% del PBI y teniendo como abanderado a Suecia, el esquema resultaba original dentro del conjunto occidental.
No desconoció resistencias. Un célebre cineasta manifestó hartazgo con tal sistema. Existía percepción de alta carga fiscal en varios casos. El Premio Nobel Paul Samuelson compararía al mercado con un fuerte corcel: “Por un tiempo, una Suecia o una Holanda podrán seguir echando más cargas sobre el mismo, pero es posible que en algún momento aparezcan los límites”.
Explicar esos casos avanzados con alta imposición financiando sus esquemas de bienestar, implica entender que éstos integran un contexto sociocultural mayor, donde el gasto público opera como contracara.
En Europa, ese modelo “bienestarista” se diferenciaba del denominado estilo tributario latino. En este último, contra los importantes impuestos directos característicos del primero, había mayores niveles de imposición indirecta y también de economía informal y evasión. España, Italia o Portugal lo representaban, entre otros.
Hoy, el panorama, aun con diferencias, se ha uniformado un poco más, notándose que mejorar la competitividad occidental ha impuesto una retracción controlada pero visible de tal tributación, en un marco donde urge sostenerse económicamente ante Asia. La tributación sigue elevada en términos relativos, pero menos que otrora. A su vez, el recorte estadounidense en el impuesto a la renta anticipa ulterioridades.
¿Cómo se ubica América Latina? La relación media impuestos-PBI de la región es sustancialmente más baja que en la OCDE, aunque creció recientemente. Empero, la distancia o brecha sigue siendo importante. En tal cuadro hay diferencias notorias.
Brasil primero y Argentina luego han elevado su razón Impuestos-PBI respecto de la región, más de 30%. Ambos se han acercado al promedio de la OCDE (Brasil lo superó, ocasionalmente). El segundo se incrementó visiblemente en este Siglo y emparejó a Brasil. Luego, la media del Mercosur es mayor al resto pero menor a la OCDE.
También importa la estructura impositiva que conforma tal carga fiscal. Tras la primavera de precios de los recursos naturales no renovables y commodities, como petróleo, minerales y alimentos, el predominio continúa en el campo de los impuestos indirectos sobre bienes y servicios (consumo), todos ellos aventajando claramente a los gravámenes de tipo directo, lo opuesto a la OCDE.
Pero no caben miradas apresuradas a la relación impuestos-producto, pues coeficientes bajos pueden reflejar inferior desarrollo. Cabe insistir sobre el proceso de aplicación y destino de lo recaudado. Allí juegan diversos factores pero al menos dos son cruciales, el tipo de gastos públicos (expresan funciones y programas) y la eficiencia del gobierno y la administración pública que los efectúan.
De lo primero, a saber la estructura de los desembolsos o anatomía del gasto público, el OFIF ha anticipado datos y contribuciones. Con lo segundo, aludimos a asegurar el tránsito entre la captura y destino efectivo o entre la captación compulsiva mediante la tributación y la correcta aplicación o asignación. En suma, la efectividad o productividad del gasto.
Ello implica la del aparato gubernamental o administración pública que lo efectúa, es decir la eficacia de la burocracia que racionalizó Max Weber, comprendiendo la aptitud tanto del decisor como del intermediario.
En otros términos, los movimientos del lado de los recursos deberían acompañarse por mejoras visibles en la gestión estatal, traducida en el suministro y existencia de inversión en infraestructura, educación, salud, seguridad y otros servicios públicos eficientes, económicos y eficaces, lógica “devolución” por el esfuerzo ciudadano en financiarlos.
Como alguna vez señalamos, para alcanzar una mayor competitividad sistémica, los gobiernos también compiten. Entonces, las reformas fiscales se hermanan con la reforma del Estado.
* Miguel Ángel Asensio es presidente del Observatorio Fiscal Federal, y Ex Ministro de Hacienda y Finanzas de la Provincia de Santa Fe
SOCIOS DE LA AAEAP EN LOS MEDIOS
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Reforma fiscal y reforma del Estado, dos paralelas que se cruzan
Hay dos factores cruciales para que la recaudación sea efectiva: el tipo de gastos públicos que se hacen y la eficiencia de la administración pública que los concreta.
Recuerda el historiador Gabriel Ardant que, consultado un condottiero por Luis XII sobre lo necesario para conquistar Milán, disparó: “Tres cosas Señor: dinero, más dinero y un poco más de dinero”. Brutal referencia medieval sobre el valor de recaudar, supuesto que asumía también el disponer de un mejor aparato de combate, sin lo cual sumar dinero implicaba mayor derroche. En clave actual, importa atender, junto a los recursos, la eficiencia y calidad de su aplicación.
No cabe duda, según la célebre expresión del juez Oliver Wendell Holmes que “los impuestos son el precio de la civilización”, pero, admitido ese precio, es necesario asegurar la contraprestación. Datos internacionales recientes sobre recaudación y “ratio impositivo” muestran tendencias de interés, colocando a Argentina en contexto, una de las cuestiones abordadas por el Observatorio Fiscal Federal.
No hace mucho se aludía al modelo impositivo nórdico, representando la alta tributación entre desarrollados. Con niveles mayores al 50% del PBI y teniendo como abanderado a Suecia, el esquema resultaba original dentro del conjunto occidental.
No desconoció resistencias. Un célebre cineasta manifestó hartazgo con tal sistema. Existía percepción de alta carga fiscal en varios casos. El Premio Nobel Paul Samuelson compararía al mercado con un fuerte corcel: “Por un tiempo, una Suecia o una Holanda podrán seguir echando más cargas sobre el mismo, pero es posible que en algún momento aparezcan los límites”.
Explicar esos casos avanzados con alta imposición financiando sus esquemas de bienestar, implica entender que éstos integran un contexto sociocultural mayor, donde el gasto público opera como contracara.
En Europa, ese modelo “bienestarista” se diferenciaba del denominado estilo tributario latino. En este último, contra los importantes impuestos directos característicos del primero, había mayores niveles de imposición indirecta y también de economía informal y evasión. España, Italia o Portugal lo representaban, entre otros.
Hoy, el panorama, aun con diferencias, se ha uniformado un poco más, notándose que mejorar la competitividad occidental ha impuesto una retracción controlada pero visible de tal tributación, en un marco donde urge sostenerse económicamente ante Asia. La tributación sigue elevada en términos relativos, pero menos que otrora. A su vez, el recorte estadounidense en el impuesto a la renta anticipa ulterioridades.
¿Cómo se ubica América Latina? La relación media impuestos-PBI de la región es sustancialmente más baja que en la OCDE, aunque creció recientemente. Empero, la distancia o brecha sigue siendo importante. En tal cuadro hay diferencias notorias.
Brasil primero y Argentina luego han elevado su razón Impuestos-PBI respecto de la región, más de 30%. Ambos se han acercado al promedio de la OCDE (Brasil lo superó, ocasionalmente). El segundo se incrementó visiblemente en este Siglo y emparejó a Brasil. Luego, la media del Mercosur es mayor al resto pero menor a la OCDE.
También importa la estructura impositiva que conforma tal carga fiscal. Tras la primavera de precios de los recursos naturales no renovables y commodities, como petróleo, minerales y alimentos, el predominio continúa en el campo de los impuestos indirectos sobre bienes y servicios (consumo), todos ellos aventajando claramente a los gravámenes de tipo directo, lo opuesto a la OCDE.
Pero no caben miradas apresuradas a la relación impuestos-producto, pues coeficientes bajos pueden reflejar inferior desarrollo. Cabe insistir sobre el proceso de aplicación y destino de lo recaudado. Allí juegan diversos factores pero al menos dos son cruciales, el tipo de gastos públicos (expresan funciones y programas) y la eficiencia del gobierno y la administración pública que los efectúan.
De lo primero, a saber la estructura de los desembolsos o anatomía del gasto público, el OFIF ha anticipado datos y contribuciones. Con lo segundo, aludimos a asegurar el tránsito entre la captura y destino efectivo o entre la captación compulsiva mediante la tributación y la correcta aplicación o asignación. En suma, la efectividad o productividad del gasto.
Ello implica la del aparato gubernamental o administración pública que lo efectúa, es decir la eficacia de la burocracia que racionalizó Max Weber, comprendiendo la aptitud tanto del decisor como del intermediario.
En otros términos, los movimientos del lado de los recursos deberían acompañarse por mejoras visibles en la gestión estatal, traducida en el suministro y existencia de inversión en infraestructura, educación, salud, seguridad y otros servicios públicos eficientes, económicos y eficaces, lógica “devolución” por el esfuerzo ciudadano en financiarlos.
Como alguna vez señalamos, para alcanzar una mayor competitividad sistémica, los gobiernos también compiten. Entonces, las reformas fiscales se hermanan con la reforma del Estado.
* Miguel Ángel Asensio es presidente del Observatorio Fiscal Federal, y Ex Ministro de Hacienda y Finanzas de la Provincia de Santa Fe
Autor/es: Miguel Ángel Asensio
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